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julio 09, 2018

Día 3 - De templos por Kyoto (pero no todos, ¡Que hay muchos hombre!)

Amanezco muy temprano fruto del Jet lag, si bien es cierto que he dormido un montón de lo cansado que había llegado.

Me enfundo el abrigo porque estamos en Enero y hace algo de frío en Kyoto, aunque nada fuera de lo normal si lo comparamos con España, y lo primero que hago, es comprar algo para desayunar por el camino en alguna de las tiendas estilo FamilyMart que hay, y voy a la estación a sacar un par de tickets de día para el autobús, dado que los voy a usar hoy y dentro de un par de días para visitar los diferentes templos que tengo apuntados.






Lo primero de todo que hay que tener en cuenta, es que a los autobuses se entra por la parte de atrás, y se sale por la adelante. La primera vez que lo usemos, tenemos que picar el bono, pasándolo por la máquina al lado del conductor, y si ya lo hemos picado ese día, simplemente se lo enseñamos al conductor.



¿De dónde viene esto de subir por atrás y salir por delante? Pues bien, al parecer si pagáis al contado, al subir podéis coger el ticket de la parada en la que os hayáis subido, y pagar de acuerdo al trayecto que habéis hecho. Vaya, que no es como en España que pagas X por el trayecto y da igual dónde te hayas subido y dónde te vayas a bajar.

El primer templo que visito es el Sanjusangendo donde en su interior están las mil y una Kannon, que son una serie de deidades budistas.

Después me dirijo al Kiyomizudera, templo que es espectacular por esas espectaculares vigas que hay de madera y que lo sostienen. La verdad es que es un templo precioso, donde además un japonés la mar de simpático se acercó corriendo al ver que me estaba sacando selfies con la cámara réflex, a hacérmelas él. La verdad es que los japoneses, son una delicia de personas.



Después me dirigí al Ginkakuji, conocido también como el pabellón de plata, aunque a mí una de las partes que más me gustó de la visita, fue el jardín que le rodea. Los jardines de todos los templos japoneses, son una auténtica pasada. Están cuidados, tienen un montón de árboles preciosos, no me quiero ni imaginar cómo serán en plena primavera o durante la floración del cerezo.



Después me doy un paseo por el famoso paseo de los filósofos que discurre al lado del río, paseo muy bonito por el que en la antigüedad los grandes pensadores iban filosofando sus grandilocuentes razonamientos.



Por último estuve en el Eikando, que la verdad me emocionó muy poco, y fui al templo Heian donde todas las ofrendas en papel atadas a los árboles me encantaron, además del mercado que había al lado, en el que comí una especie de fideos con algo de pescado, setas y verduras. Un batiburrillo que la verdad es que no sé ni cómo se llamaría, pero estaba bastante bueno.







Durante el paseo, además me encontré también un bonito carromato donde tienen a los gatos callejeros con comida y protección para que estén resguardados, y es como ya os digo, estos japoneses, son muy amables con todo el mundo, ¡Hasta con los gatos!




Como andar tanto durante el día había sido bastante paliza, decido volver y de camino fui a comprar un adaptador de corriente al centro comercial de la estación de tren. Las escaleras del centro comercial son alucinantes de noche, tienen una iluminación preciosa, que mostraré en uno de los próximos días.

Por último, me doy un otro paseo por Gion, donde a pesar de no ver ninguna geisha, es cierto que hay bastante más ambiente que ayer.

Ceno en el mismo sitio de la otra vez, al lado del ryokan, pero esta vez me doy el capricho de coger bastante más comida y un ramen mucho más completo, que la verdad... Merece la pena haber pagado más, porque se le ve mucho más elaborado.



Y con todo esto, tras enfundarme el yukata, con el cuál te sientes entre asiático, cool y sexy, concilio el sueño pensando en la siguiente aventura: Nara.

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