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julio 12, 2018

Día 5 - Acabamos de ver templos de Kyoto y nos vamos a Tokyo!

Amanezco en lo que será mi último día en Kyoto, y tras dejar preparada la mochila en el ryokan y agenciarme algo para desayunar por el camino, me monto en el autobús 205 para ir rumbo a los últimos templos de esta bonita y tranquila ciudad.

Primero visito el templo Ryoanji donde hay un bonito jardín zen. Da gusto sentarse por la mañana, un poco adormilado, mirar hacia las piedras y dejarse ir de esta vida terriblemente llena de estrés y estímulos que tenemos. Me imagino que era un poco la idea del curioso jardín.

Una vez visitado este jardín, vamos al templo Kinkakuji, también conocido como pabellón dorado. Reconozco que es el templo más bonito de todos los que vi y eso que en foto, no me hacía ni fu ni fa.



Los jardines que rodean al templo son bonitos, pero ver el templo todo dorado, con esos árboles alrededor y el lago...¡Es precioso!






Cuando acabé la visita tuve el típico despiste que alguna vez me ocurre en estos viajes con tantas cosas que ver. Quería ir a visitar el Castillo de Nijo en Kyoto, y me encontré con que justo cerraba ese día, por lo que si vais, os recomiendo siempre apuntar en algún sitio los horarios de todos los sitios, para que no os llevéis la sorpresa que me llevé yo.

Pero como siempre hay que quedarse con lo bueno, pues tuve más tiempo para ir a Arashiyama a darme una vuelta por su famoso bosque de bambú, y posteriormente me fui a visitar el templo Tenryuji que está al lado (donde por cierto, compré unos muñequitos en miniatura en una tienda de enfrente, que eran preciosos).




El bosque de bambú la verdad es que no me impresionó lo que esperaba, aunque quizás fuera porque había un día con poca luz, pero no me emocionó.



También había leído que mucha gente iba a ver los monos de Iawatayama, pero sinceramente, tras ver que todo estaba con verjas para que no escaparan los monos, ni se me ocurrió visitarlo. Una cosa es visitar animales que están en libertad, en su habitat, y otra muy diferente, es pagar para ver a unos pobres monos encerrados.

De vuelta a la estación, paro primero para comer y al fin como un espectacular ramen acompañado de unas gyozas. Creo que son de las gyozas más ricas que he comido nunca, y lo que me costó encontrar al fin un sitio que tuvieran. Además el sitio era muy japonés, elegías en una máquina lo que querías comer y lo pagabas, y una simpática camarera te sentaba en un sitio y se hacía cargo de que te sirvieran lo que habías pagado. A mí me tocó justo enfrente de la barra, donde estaban cocinando, y me encantó vivirlo.





Una vez con el estómago lleno, voy a por la mochila al ryokan, me despido de la amable señora que no habla ni jota de inglés, pero que tiene cara de maja (abuelilla entrañable) y me voy a la estación a coger el tren para ir a Tokyo.

La verdad es que el viaje es largo, por lo que aprovecho para descansar y ver el paisaje, de hecho a la ida logré ver el monte Fuji desde el tren nevado, muy muy bonito.

Una vez en Tokyo, voy a mi hotel que está en Ueno y me ponen en una habitación de estilo asiático como pedí. El estilo asiático consiste de nuevo en un futón en el suelo (aunque mucho más pequeño que el del ryokan) y un yukata para dormir (Sí, de nuevo sexy, asiático y cool :D )

Como estoy bastante cansado, decido que para empezar a ver algo de Tokyo, voy a ver el famoso cruce de Shibuya y la zona de Shinjuku, para lo cuál me muevo en metro usando la línea Yamanote que es gratis para los que tienen JR Pass.

El paso de cebras de Shibuya  es impresionante, no en vano dicen que es de los más grandes y transitados del mundo. Te ves desbordado de gente y hay tantas rallas de paso de cebra en horizontal y en todos los ángulos, que es realmente una experiencia verlo y cruzarlo.

En la plaza aparte de la popular estatua de Hachiko, es precioso ver el ambiente navideño que tenían con un montón de árboles y luces alrededor de la salida de la estación de metro.



Como tengo algo de apetito y había leído que las vistas son espectaculares, paro a tomarme en el Starbucks que hay en la esquina, un frappé y disfrutar de una terraza preciosa que tiene con árboles navideños y desde donde se puede uno relajar viendo cómo la gente cruza el famoso cruce.

Después me voy a Shinjuku, una de las estaciones de metro más grandes del mundo, y decido andarla por hacerme a la idea del tamaño. La verdad es que desisto, empiezo haciendo un timelapse que podéis ver en el vídeo de Japón del viaje, ¡Pero es que es gigantesca!



Como ya estoy bastante cansado, compro algo para cenar por el camino, y me enfundo mi yukata para dormir.



Mañana, toca visitar Tokyo en profundidad!!!

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