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julio 31, 2018

Día 7 - De la ancestral Kamakura a la modernidad de Akihabara

Hoy me levanto temprano porque me espera un día cargado, quiero ir por la mañana a Kamakura y posteriormente seguir visitando los diferentes barrios que me faltan de Tokyo.

Tras preguntar y enterarme de que no hace falta reservar sitio en el tren a Kamakura , en  poco tiempo me planto allí y al ser temprano, decido esperar un rato tomando un buen café en el Starbucks (y de paso revisar en Internet los mapas que no pude descargarme en España).

Lo primero que visito es el monumento más conocido de todo Kamakura: el Daibutsu.







El Daibutsu es un Buda gigante hecho de bronce, en el que además uno se puede meter dentro. Como tengo suerte y a estas horas aún no hay casi gente (solo una telivisión grabando y yo), me hago bastantes fotos con él y me meto dentro. Por dentro no es que parezca precioso, pero como poco es curioso, porque desde fuera no da apariencia de ser hueco.

Una vez saludado a nuestro amigo el Buda, nos vamos al templo de Hase.
Probablemente sea menos conocido porque la estatua del Buda gigante se lleva toda la fama, pero no dejéis de visitarlo. Estaba decorado con cintas de colores y las vistas eran increíbles (se llega incluso a avistar el oceano Pacífico al fondo. Para mí, una de las cosas más bonitas de Kamakura e incluso de Japón.




De hecho en este templo me encontré un túnel donde se podían ver ofrendas (unas figuritas pequeñitas), pero que había que entrar con la cabeza agachada y casi arrastrándote de lo bajo que era.



Después hago un paseo por otros templos y zonas que había anotado, pero que ya no me resultan tan bonitos como los anteriores.  Visito el Tsurugaoka Hachimangū y en Kita-Kamakura visito los templos Kenchoji, Tokeiji y Engakuji.






De los anteriores me gustaría destacar estas preciosas puertas que había en la entrada del templo Kenchoji, para mí un grandioso ejemplo de artesanía.





Me vuelvo para Tokyo rápidamente porque vamos a visitar uno de los barrios más famosos e icónicos de Tokyo: Akihabara.

Akihabara era el antiguo barrio de la electrónica, donde en los años 60-70 debían encontrarse casi todas las tiendas de este teipo, e incluso debía tener un famoso mercado negro de esta clase de componentes. En la actualidad, ha pasado a convertirse en el icono de los videojuegos, del manga y de la cultura friki.





Aquí es posible entrar en Mandarake, tienda que se autoproclama como la tienda más grande de manga y frikismo del mundo (con sus 8 plantas). De hecho una de las plantas que más turbó mi mente fue una llena de muñecas y de vestidos para que pudieras vestir a tu muñeca.





Otra tienda que destaca es Super Potato donde podemos encontrar desde consolas de hace 20 años en perfecto estado (por ejemplo muchas SNES) a juegos totalmente descatalogados. De hecho vendían packs consola y juegos de auténticas reliquias.





También podemos visitar grandes salones de máquinas recreativas (es alucinante ver a los japoneses jugando) y un montón de tiendas de electrónica y  de cualquier otra cosa friki que tu mente pueda imaginar.

Hay tantísimas cosas, y tantas figuras, que cualquier tienda friki que hayas visto antes, te parecerá tremendamente pequeña comparada con el volumen de negocio y de oferta que maneja este barrio.

Como no podía ser de otra manera me compré algunas cartas de Super Mario Bross, unos chicles de Pikachu, y algún recuerdo más. Y tanto me gustó el barrio, que al final al día siguiente acabé volviendo a por unas figuras de One Piece. Si os gusta el anime, aquí estaréis en el paraíso, pero llevad preparado vuestro dinero y vuestras tarjetas de crédito.



Como se acerca la noche decido ir a cenar y me surge otra de las anécdotas del viaje. Voy andando haciendo fotos por las diferentes calles llenas de color e iluminación tan características de Tokyo, y de repente un encargado de un local me pregunta en inglés que qué estoy buscando. De inmediato me quedo pilladísimo y le digo que a qué se refiere y me contesta en inglés: "No sé si lo sabes, pero estás en el barrio rojo de Tokyo".

¡Con razón notaba yo que había algunas esculturas raras en las entradas de las puerta!


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